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13 feb 2010

DENUNCIA / ASESINOS DE HERMOSOS ANIMALES

elmundo.es: CRÓNICA 7/02/2010

«Quiero seis tigres para cazarlos en una finca en España»

El comprador era un rico del País Vasco. Quería animales salvajes, quizás de Bengala. La Guardia Civil desmontó la trama hace unos días. Estas cacerías son más frecuentes de lo que se piensa
ALFREDO MERINO

Todo empieza con una llamada. Un pedido telefónico. Después, un camión cruza media Europa con un cargamento de animales salvajes, arrancados antes de una lejana selva. El final del viaje: un coto español donde, excitados por la caza clandestina, caras escopetas nacionales aguardan la suelta del animal. Hay gritos, disparos, brazos en alto para celebrar la exótica pieza abatida y sangre. Mucha sangre sobre el campo para que cuando el ejemplar llegue a la mesa del taxidermista y le corte la cabeza, todo parezca pulcro. Todo empieza con una llamada. Como esta:

-Tenemos que cambiar el pedido. Ahora necesitamos seis en vez de los que te había encargado. Aunque hay que renegociar el precio, no puedo comprártelos por más de 20.000 euros cada uno.

-Esto ya lo habíamos hablado, colega. Ya sabéis que es mucho más complicado traerlos de seis en seis que sólo uno o dos.

-Con la crisis no puedo pagar más. Además, no olvides todo lo que te he comprado otras veces. A los buenos clientes hay que cuidarlos.

-Puedo bajar hasta 25.000. Menos, perdería dinero.

-Joder, pedidos así no vas a tenerlos todos los días: 23.000.

-Vale colega, de acuerdo. Hacéis de mí lo que queréis.

-No te quejes, que es un negocio redondo para vosotros. Trato cerrado. Eso sí, los necesito en el coto como muy tarde a finales de la próxima semana.

-Pero envíame la pasta hoy mismo para pagar a mis contactos.

Todo termina con una llamada. A la puerta de una casa de postín en una ciudad española y la entrega de un paquete. Dentro, por ejemplo, la cabeza de un tigre de bengala. O de un lobo ibérico. O de un puma... No ha resultado fácil al teniente de la Guardia Civil Arturo Notivoli y sus hombres empezar a montar el rompecabezas. Seguían el rastro de un lobo -por ello bautizaron a la operación como Lobezno- cuando se dieron de bruces con un espectáculo que se creía desterrado del territorio español: safaris de tigres y leones para cazadores sin escrúpulos.

El último episodio databa de 2005. Entonces, compañeros de Notivoli adscritos al Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) de Extremadura habían sorprendido a una pandilla de impresentables señores clavando sus pezuñas sobre un tigre abatido. Ocurrió en Badajoz. En Monterrubio de la Sierra. En el coto Los lunares, 70 hectáreas hurtadas a las miradas de extraños por una valla perimetral de dos metros de altura. De la veintena de implicados en el cruel matarile de tigres, lobos, linces y leones, finalmente fueron condenados cinco... Y se creía que con la sentencia se había acabado la fiesta.

Pero no.

La prueba es el diálogo -que hemos recreado a partir de la investigación- citado. En términos semejantes se cerró un acuerdo de compraventa felizmente desmontado hace unas semanas por la Guardia Civil. Por insólito que parezca, lo que negociaban estas personas era la compra de seis ejemplares de tigres salvajes, presumiblemente de bengala. Estaban destinados a ser cazados como si fueran conejos en una finca particular. Notivoli, el cazador de cazadores, declara, para retratar la magnitud del negocio, que «uno solo de los componentes de esta red llegó a vender más de 400 animales en tres años».

Esta modalidad cinegética completamente ilegal denominada caza a tala, consiste en soltar en un coto cerrado animales exóticos y de elevado valor cinegético (tigres, pero también leones o, si queremos señalar una especie española, lobos ibéricos). Lo habitual en este negocio es que mientras se ultima la compra de los animales, se venden los puestos de aguardo desde los que se espera el paso de tan singulares piezas, para fusilarlas. Semanas después les llegará hasta su domicilio la cabeza convenientemente naturalizada. De esta manera, los desaprensivos cazadores abaten a un león o a un tigre como si hubieran estado en la sabana del Serengeti o en las junglas del norte de la India, sin haberse movido de España. El precio por asistir a tan chapuceros safaris oscila, según las fuentes, entre 20.000 y más de 35.000 euros por persona.

Aunque desconocida para la opinión pública, la caza a tala es más frecuente de lo que pudiera pensarse. Fuentes de la Guardia Civil confirman a Crónica que en los últimos años se han seguido pistas de cacerías de animales salvajes en cotos de diferentes lugares de España.

La Operación Lobezno, en la que aún trabaja el Seprona de Huesca, ha permitido desmontar una red internacional que traía a España ejemplares salvajes procedentes de países como la República Checa, Bélgica y Portugal. La trama se conoció al detectarse la venta de un cachorro de lobo ibérico a través de internet. Su primera actuación fue la detención de ocho personas, al tiempo que se aprehendieron 19 animales protegidos. La importancia del operativo queda remarcada por la categoría de la fauna incautada: un guepardo, tres tigres, seis leones, un lobo ibérico, un lince boreal, un guacamayo, tres pumas y varias aves rapaces incluyendo un águila real y diversos halcones.

Los detenidos son todos de nacionalidad española -Tarragona, León, La Rioja, Sevilla y Girona- y cuatro de ellos, menores de 30 años. En la actualidad la Guardia Civil trabaja para determinar la huella genética de los animales aprehendidos y en verificar la autenticidad de los documentos y certificados que debe tener en regla cada uno de ellos y que son falsos en su mayoría.

Sus pesquisas han determinado las conexiones internacionales de una trama, que -se presume- llevaba años dedicada al tráfico de especies incluidas en el CITES, Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, avalado por 175 países. Se especula que uno de los implicados -para borrar pruebas- habría asesinado y quemado a cachorros y leones adultos.

Esto habría sucedido porque la mayor parte de los animales aprehendidos -como los que no llegaron a ser vendidos- permanecen en los domicilios de quienes los compraron o de los vendedores. La razón es la inaudita falta de un lugar en el que puedan permanecer confiscados hasta la resolución del juez. Esto es un grave inconveniente, pues a pesar de la vigilancia que ejerce la Guardia Civil, en ocasiones es difícil evitar la destrucción de pruebas. Algo en este caso tan fácil como el sacrificio del animal y la incineración de sus restos.

Ahora los seis tigres salvajes, especie en peligro de extinción, se encuentran a buen recaudo. Se habrían librado de una muerte segura. Iban a ser entregados de manera inminente a un adinerado ciudadano que reside en el País Vasco. Este hombre coincide con el perfil de quienes practican esta actividad ilegal. Según fuentes de la propia Benemérita, son personas de alto poder adquisitivo y profesiones liberales. «Es gente que está de vuelta de todo y que busca nuevas sensaciones. Más que la caza en sí, lo que les pone es el riesgo de hacerlo de manera ilegal y en lugares prohibidos».

Aparte de la caza a tala, disparar dentro de espacios protegidos es otra de sus aficiones favoritas. Como ocurrió con un madrileño detenido hace dos años por matar en la Reserva de Caza de Viñamala, en Pirineos, en plena temporada de veda, a siete sarrios, entre ellos madres y crías recién nacidas

Los precios que alcanzan estas actividades cinegéticas ilegales confirman que después de armas y drogas, el de la fauna es el más rentable de los tráficos ilegales. «Cuan to más abundante sea una especie, es más fácil de conseguir y su precio baja», aclara Notivoli. Es una afición para ricos sin escrúpulos.

Por uno de los pumas incautados se sabe que fueron pagados 3.000 euros, mientras que el lobo ibérico se cotiza entre 3.000 y 6.000 euros, esto varía según su edad, sexo y estado. Los grandes felinos son los más cotizados en este lúgubre negocio.

El guepardo aprehendido por el Seprona fue vendido por 23.000 euros. Idéntico precio que alcanzó cada uno de los tigres. Una pantera negra cuya transacción también se ha conseguido detener, alcanza los 23.000 euros, mientras que el ocelote -cuyo hábitat está en América del Centro y del Sur- se valora en 19.000 euros. «Nos ha quedado claro que cualquier animal que se les solicitase, lo conseguían en el plazo máximo de un mes», asegura el teniente del Seprona. Lo mismo conseguían especies nacionales (lobos ibéricos) que otras impropias de estas latitudes.

FURGONETAS ALQUILADAS

El modus operandi aseguraba la efectividad del negocio. Bajo encargo firme de clientes españoles pedían a sus conexiones internacionales la especie demandada. El transporte se realizaba en furgonetas alquiladas en nuestro país que -para optimizar recursos- trasladaban varios ejemplares. Dos miembros del grupo se desplazaban al lugar donde les esperaban los animales, ya enjaulados, que viajaban en condiciones dramáticas, especialmente por ser especies salvajes que necesitan amplios espacios. Tardaban un par de días en llegar. «Los animales, por supuesto, sufrían durante el trayecto», detalla indignado Notivoli. La red mafiosa los introducía en España legalmente, engañando a las autoridades. Alternaban el lugar de entrada y sus rutas para no despertar sospechas.

La Guardia Civil no puede saber la procedencia de cada uno de los animales. «Es prácticamente imposible determinar su origen. Muchos han venido con documentación falsa y esto borra las pistas. Sabemos lo que hacían una vez que cruzaban la frontera», aclara Notivoli.

Su peor destino era morir a manos de cazadores que los asesinaban, sin piedad, en cotos de caza.

El operativo ha salvado a decenas de ejemplares. La joya y la punta del iceberg es Lobezno, un cachorro de lobo ibérico. Su estado cuando fue liberado muestra la crueldad de la red. «Lo adquirieron con cinco días, no tenía ni los ojos abiertos. Cuando lo detectamos en septiembre estaba famélico y en muy malas condiciones». Es el héroe de la operación. «Todo se lo debemos a este cachorro. Gracias a él hemos comenzado a desentrañar una trama extremadamente compleja», no duda Notivoli. Su destino quizás sería morir, como el tigre, a balazo limpio. Para luego ser exhibido en el salón de una casa. Como trofeo o símbolo de vergüenza.

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