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14 sept 2009

La mordaza y el embuste, al servicio del Toro de la Vega




Uno de los recursos utilizados en ocasiones para que durante una corrida no se puedan escuchar los lamentos de dolor del caballo si es empitonado por el toro, es seccionarle las cuerdas vocales. La técnica del silenciamiento, la de esconder y la de la mordaza, parece que son estrategias habituales entre los taurinos en todas sus modalidades. Les espanta que se hagan públicos los detalles más escabrosos de sus pasatiempos, porque eso implicaría tener que ofrecer muchas explicaciones para aquello que no existen razones cabales que lo justifiquen, así que una veces adornándolo con su parafernalia siniestra, y otras pisoteando los hechos con la bota del poder a su servicio para ocultarlos, la cuestión es que el oscurantismo está tan presente en la tauromaquia y en sus actividades afines, como las alusiones enfermizas a la virilidad o la tradición.



Han querido arrinconar la protesta contra el Toro Alanceado de Tordesillas y para ello, obligaron a los cientos de activistas que acudimos a participar en la concentración, a llevarla a cabo en una apartada explanada de tierra en vez de en el Puente de la Ciudad, que es el lugar que se había solicitado por la vía legal y estipulada para este tipo de actos. En una trágica coincidencia, aquellos que tratábamos de salvar la vida de Moscatel, hemos tenido que expresar nuestro rechazo a esta costumbre criminal en el mismo lugar en el que el desdichado toro comienza su huida hacia la muerte. Hay hombres cuyo instinto les lleva a asesinar, y les da lo mismo acabar con la vida de un toro que hacerlo con la palabra que no les gusta, la que les duele porque les recuerda lo miserable de su condición y sobre todo, la que convierte su ignominia en una cuestión de dominio público. La brutalidad siempre es enemiga de los testigos y de la divulgación, porque el desconocimiento de un atropello, contribuye a su impunidad.



Pero hay algo de lo que no son conscientes. Que en lo que se refiere a la esencia de este lamentable asunto, va a dar lo mismo que la próxima vez quieran enviarnos a denunciar la crueldad con los animales al Islote Perejil, porque tratar de amordazarnos no modifica la realidad, como tampoco impide el sufrimiento atroz del caballo en la plaza su enmudecimiento provocado. Poco importa lo que hagan, Señores Políticos y Magistrados, todos los fascismos han manejado los mecanismos del poder a su conveniencia, pero hasta ahora, no han hallado el modo de doblegar a las conciencias decentes y honradas. Esos abusos rastreros, no hacen sinó confirmar lo que venimos denunciando desde hace tiempo. Podrán tratar de ahogar estas reivindicaciones, pero jamás serán capaces borrar la sangre que gracias a Ustedes se vierte en Tordesillas y en otros tantos lugares.



No pueden impedir el reconocimiento constitucional a llevar a cabo una protesta, aunque parece que ganas no les faltan, pero resulta humillante y doloroso asumir que en España, ese derecho se restringe y desvirtúa por todos los medios posibles cuando no conviene que ciertas cuestiones se difundan, mientras en países como Austria, el bienestar de los animales está recogido incluso en la Constitución. Cuando al fin termine toda esta locura, algunos deberían de responder ante la Sociedad por su decisiva cooperación con comportamientos salvajes y con el entramado que los sustenta.



Por último, quisiera reseñar algo que demuestra cómo estamos todavía muy lejos de que se le ofrezca a los ciudadanos una información veraz y que les ayude a reflexionar sobre estos sucesos, para que extraigan sus propias conclusiones, meditadas y razonadas. Una conocida Agencia de Prensa, presente durante las protestas contra el Toro de la Vega, ha redactado una nota que está siendo publicada por varios medios de comunicación. De ella he extraído el siguiente párrafo:




“Se trata de un torneo de raíz medieval que anualmente contemplan y secundan decenas de miles de espectadores, con un reglamento propio que respeta y ensalza al animal, un astado de gran trapío que puede resultar vencedor como ha ocurrido en varias ocasiones durante los últimos años…”.




De origen medieval también son instrumentos de tortura y muerte como el aplastacraneos o la garrucha, al igual que el derecho de pernada o condenar a seres humanos a morir abrasados en la hoguera. ¿En algún caso, lo rancio de su procedencia, justifica dichas acciones?. Dicen que el reglamente respeta y ensalza al animal; el toro es obligado a participar, siempre como víctima, en esa infamante tradición, y primero sufre y después muere. ¿Eso es respetarlo y ensalzarlo?. No Señores, aquí sólo se enaltece la cobardía y la crueldad del hombre con seres más débiles y desprotegidos, a los que somete y mata. Y en cuanto a lo de resultar vencedor, recordar que en los últimos años únicamente ha ocurrido una vez, y el pobre animal murió igualmente como consecuencia de los tremendos lanzazos recibidos. ¿Cómo se entiende en concepto del “indulto”, cuando el perdonado no ha cometido delito alguno que le haga merecedor de tan despiadada condena?. Todo fascismo, repito, elabora su propia literatura perversa para dotarse de legitimidad.



Asqueado, asqueado y avergonzado me siento de que en España esté ocurriendo todo esto. Que una celebración tenga como acto central el alanceamiento de un toro, que muchos medios de comunicación pongan serviles su capacidad informativa, muy degenerada por cierto, al servicio de conductas tan repugnantes y encima, que las instituciones encargadas de velar por la libertad, la justicia y la protección universal, se conviertan en el cauce legal por el que transitan los maltratadores.

Moscatel se desangra por las espantosas heridas que le causan las lanzas, pero nosotros también lo hacemos por las lesiones sufridas en nuestra dignidad, porque la represión, el engaño y el totalitarismo al que estamos sometidos, nos degradan como hombres y nos convierten, como los caballos o los toros de la tauromaquia, en simples objetos, manipulados y mutilados, al servicio de los intereses de unos cuantos. En Tordesillas se mata y en toda España se muere moralmente; unos lo llaman tradición y otros, defensa de los derechos del ciudadano. Lo triste, por no decir repugnante, es que prevalezcan los de aquellos que un año tras otro, torturan y asesinan a un toro para divertirse.



 

Julio Ortega Fraile
Publicado en EL LIBREPENSADOR

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